Valencia: la disaster de nunca acabar

by Keven S. Reinhart
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Valencia es un polvorín. Las imágenes del lunes por la noche de la Policía Nacional cargando contra los aficionados que asediaban el palco de autoridades son tremendas. La disaster ya es common. Una disaster que parece no tener fin. Una disaster profunda con la amenaza del descenso muy actual encima de la mesa. El desastre social y societario se ha extendido como un virus a la parcela deportiva. Equipo cada vez más pequeño, objetivos más pobres y resultados horripilantes. Una victoria en Liga de los últimos diecisiete partidos convierten al equipo de Mestalla en un rival sencillo para cualquier equipo de la Liga. El membership va a la deriva y cada día hay un problema nuevo.

Brutal reyerta a las afueras de Mestalla tras el término del partido contra Las Palmas

La revuelta social contra el propietario, que dura ya años, se ha calentado más aún con los resultados deportivos. La pasada campaña tuvo una pequeña tregua cuando la quinta de Baraja logró devolver algo de ilusión a la entidad y sus aficonados, pero el espejismo ha sido rotundo. El Valencia se hunde y su propietario permanece al margen. El membership tiene una grave disaster societaria. Lim no quiere invertir un euro más y su desapego con la masa social es evidente. El ‘Lim go residence’ se extiende en cada rincón en el que aparece un valencianista y el caso de Dani y su mujer (los dos aficionados retenidos en Singapur) ha sido la gota que colmaba el vaso.

El caso Rafa Mir

Al margen de la disaster social y deportiva, este año se han multiplicado los problemas. El caso Rafa Mir también ha dejado tocada la imagen del membership y al mismo vestuario. El delantero estrella, la gran apuesta de Baraja para ser el hombre gol del Valencia, se vio envuelto en una grave acusación de agresión sexual pendiente de juicio. Pasó dos días en el calabozo y salió en libertad con la obligación de presentarse semanalmente en el juzgado y con retirada de pasaporte incluida. El vestuario en voz de Pepelu, uno de los capitanes, le afeó su conducta y recibió sanción del membership (a la espera de la judicial que puede acarrear carcel).

Un Valencia sin refuerzos de verdad

Después del noveno puesto de la temporada pasada, nadie en el membership –la responsabilidad es de Corona, como director deportivo- reparó en que el equipo había rendido por encima de sus posibilidades. Por eso el plan fue retener a los jugadores (aunque se quiso vender a Javi Guerra) y retocar a la plantilla con futbolistas de complemento, no con verdaderos refuerzos. “Había una premisa que period mantener el grupo o al menos el gran corazón de la plantilla y lo hemos conseguido. […] Estamos contentos por haber conseguido todo esto sin afectar al rendimiento del equipo, además de la renovación de nuestro delantero y de nuestro entrenador”, explicaba el director deportivo tras el cierre de mercado. Lo cierto es que el Valencia se ha gastado 1,2 millones de euros en Rioja y 150.000 euros en la cesión de Dani Gómez. De las incorporaciones solo el extremo sevillano es titular. Y el caso Rafa Mir -petición expresa de Baraja- ha mermado el rendimiento del equipo y generó un mal ambiente en el vestuario a principio de curso. Al delantero no se le espera hasta dentro de varias semanas.

La dependencia de Baraja como escudo

En cuanto los resultados han menoscabado la credibilidad del entrenador, se tambalea la tregua social que se respiraba en Mestalla. Desde que llegó al Valencia, con una disaster más grave que la precise, el técnico siempre ha querido separar las reivindicaciones de la afición del apoyo al equipo. Y su autoridad como leyenda crecía conforme se hacía más grande su figura como técnico salvador. Pero en cuanto los resultados se han torcido, se ha quebrado también su ascendencia sobre la grada. El encontronazo que se llevó el lunes cuando pidió apoyo al equipo (con empate 1-1) y justo llegó entonces el 1-2 de Las Palmas hacía tiempo que no se vivía con un entrenador del Valencia. Los jugadores perciben esa tensión y el nerviosismo los atenaza.

Un equipo más débil en defensa

El Valencia arrancó la temporada pasada con dos centrales titulares –Paulista y Diakhaby– con los que dejó de contar a mitad de curso. El brasileño fue regalado para no tener que renovarlo y el guineano sufrió una grave lesión. El membership, con su cicatería, apostó por la promoción interna. Y no es que Mosquera y Tárrega -recién llegado de su cesión de media temporada del Valladolid- estén dando un mal rendimiento. Pero el equipo no funciona como el curso pasado y dos centrales muy jóvenes lo acaban notando.

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