Álvaro del Amo, el discóbolo de bronce que vendía cupones

by Keven S. Reinhart
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¡Alvarito, hace mucho que no te veo por aquí!”, le cube con cariño un vecino a Álvaro del Amo, que se cita con MARCA junto al kiosco de la ONCE situado en la calle Agustín de Foxá, entre Plaza de Castilla y la estación de Chamartín. Está situado a pocos metros de su casa. El madrileño lleva de excedencia un año, desde que ganó dos bronces en el Mundial de 2023, uno en disco y otro en peso. Se le acaba el 1 de marzo y aún no tiene claro si la prolongará. El lanzador ha ganado dos bronces también este verano en los Juegos Paralímpicos de París. “Estoy en mi mejor momento”, cube.

“Me preguntan mucho por él”, reconoce Elisabeth, su sustituta en la venta del cupón. “Muchos han estado pendientes de él en los Juegos”, recuerda. El propio Álvaro siente el cariño de sus vecinos y clientes cuando baja, de vez en cuando, al kiosco para comprar el cuponazo o el Eurojackpot y se toma un café en la cafetería que hay al lado. Con las medallas del Mundial, más de un cliente le pedía que las pasara por los cupones “para ver si les daba suerte”, rememora entre risas.

Álvaro del Amo de visita al kiosco de la ONCE que regentó desde 2018 a 2023.

Álvaro del Amo de visita al kiosco de la ONCE que regentó desde 2018 a 2023.

Ahora está de visita, pero tiene claro que pese a sus éxitos, volverá a vender el cupón. “Se puede vivir del deporte paralímpico siempre y cuando seas primero, segundo o tercero del mundo. Mantener eso durante muchos años es muy difícil. Tengo muy claro que, dependiendo de cuándo sea la fecha del Mundial del año que viene, a lo mejor alargo un poquito más la excedencia o directamente el 1 de marzo empiezo a trabajar. Obviamente tengo las medallas y el apoyo del Comité Paralímpico con sus Servicios Médicos y psicológicos, además de la beca, pero sé que un mal resultado en el Mundial puede hacer que desaparezca. Los cupones, por suerte, los voy a tener hasta que me jubile“, explica el lanzador ciego.

Se puede vivir del deporte paralímpico si estás entre los tres primeros del mundo, pero el cupón lo tendré hasta que me jubile

Álvaro del Amo, doble medallista de bronce en los JJ.PP. de París

Ciego desde los 25 años

Su discapacidad es de nacimiento, una retinosis pigmentaria degenerativa. “Hasta los 18 años hice vida más o menos regular, podía leer libros y andar sin bastón por la calle. Hasta los 22 pegué un bajón bastante grande y luego, a los 25 ó 26 ya me dejó como estoy ahora mismo, que sólo veo luces y sombras“, explica. “Sabía que ese momento tarde o temprano iba a llegar, lo que pasa que nunca estás preparado para ello. Todos tenemos un proceso de asimilación y, en mi caso, estuve dos o tres años un poco más recluido. Vas rehuyendo hasta que lo asimilas, asumes y dices: ‘No queda otra, hay que tirar para adelante’. Y llega un día en el que en el que te despiertas y piensas qué hacer con tu vida”, reflexiona.

Dejó de estudiar y empezó a vender el cupón en octubre de 2012 para ganarse la vida. Y repartió suerte. “Hace ya muchos años di un premio de unos 40.000 euros a varias personas y luego algunos ‘rascas’ de 1.000”, desvela. Dos años después empezó a compaginarlo con el atletismo. Desde niño siempre se le dio bien lanzar. En las Olimpiadas escolares de Madrid siempre destacó. “En Educación Física siempre period el primero en la clase en lanzamientos con balones medicinales”, confiesa.

Fue el lanzador Alfonso Fidalgo, medallista en Barcelona’92, Atlanta’96 y Sidney 2000 (5 oros y una plata) quien le animó a volver al atletismo. Period su jefe y le invitó a ir a lanzar cuando saliese de trabajar. Al principio comenzó como newbie, sin grandes aspiraciones, pero su progresión le llevó a empezar a plantearse cotas más altas. Quedaban dos años para los Juegos de Río, no había tiempo, así que se planteó como meta realista los de Tokio.

Debutó en su primer Mundial en 2019 en Dubai, donde acabó séptimo en lanzamiento de peso. Dos años después, se colgó su primera medalla en el Europeo de Polonia y acudió a los Juegos de Tokio. “Los recuerdo con mucho cariño e ilusión por ser los primeros, pero ahora comparándolos con París no tienen nada que ver”, reconoce.

Porque en la capital japonesa, más allá de las medidas de la pandemia, no hubo público. Este años en el Stade de France de París, compitió en peso y disco ante cerca de 70.000 personas. “Al principio impresiona muchísimo. De hecho, en los dos primeros tiros estaba hecho un flan porque notas todo el rugir, pero después ya no escuché nada, ni al speaker y las palmas. Te metes tanto en competición que te olvidas que hay 70.000 personas. Sin embargo, en el último tiro del disco, según salió de la mano y cayó en el césped, escuché a todo el estadio rugir. Ahí sí fui consciente”, cuenta riendo.

Acababa de batir su mejor marca private en un último intento con el que alcanzó los 39,60 metros. Había estado en puestos de bronce hasta el quinto lanzamiento de disco, en el que el iraní Mahdi Olad lanzó 39,15 metros y le bajó del podio. Sólo tenía una oportunidad más para firmar el doblete -tres días antes se había colgado el bronce en peso- y, como ya hizo un año antes en el Mundial, entró riéndose en la pista y lanzó hasta el podio. Las lágrimas y el abrazo con Jorge Gras, su entrenador desde antes de los Juegos de Tokio, fueron inevitables. El trabajo del último año se había visto recompensado.

Excedencia en la venta del cupón

Porque la excedencia le había permitido enfocarse sólo en los Juegos para llegar en su mejor momento de forma. “La apuesta que hice por mí salió bien. En peso he mejorado más de medio metro y en disco me queda esa sensación agridulce porque mejoré 40 centímetros en competición pero en los entrenamientos había lanzado 40 largos y 41. Pero a nivel físico, psychological y momento very important, creo que es el mejor momento de mi vida”, cube sonriendo sentado en el pequeño gimnasio que hay junto a la zona de lanzamiento del CAR de Madrid, donde se entrena desde hace un año y a donde nos hemos trasladado. Fuera, no para de diluviar.

A nivel físico, psychological y momento very important, creo que es el mejor momento de mi vida

Álvaro del Amo, doble medallista de bronce en los JJ.PP. de París

“Hay días que está lloviendo, como hoy y da pereza pero piensas que el año que viene hay Mundial, que vengo de unos Juegos donde he conseguido resultados y que estoy en el prime. Te intentas animar siempre y si no me animo yo, siempre hay gente que tira de mí”, cuenta. Y parte de esa gente, como Jorge Gras y otros de sus pupilos, están precisamente entrenando en las mismas instalaciones. Las bromas y vaciles entre ellos son constantes, se nota el buen ambiente. “Es un trabajo de todos porque comparten el esfuerzo conmigo. Siempre digo que una parte de las medallas es de ellos, de todos los que están a día a día y no sólo ellos, sino la gente que me aguanta en mi casa y mi familia: mi madre, mi hermano, mi padre, amigos…”, cube.

Con su grupo de entrenamiento, en el que es el único con discapacidad, han formado una segunda familia y, como tal, muchos de ellos fueron testigos de los éxitos de Álvaro en los Juegos de París desde las gradas del Stade de France, igual que lo fueron sus familiares, a los que se abrazó en cuanto se supo medallista.

Las medallas, debajo de la cama

“Poder entrenar en el Centro de Alto Rendimiento es un privilegio porque aquí se entrenan los mejores deportistas españoles”, cube. Entre los mejores se encuentra él, que aunque para el reportaje ha traído las dos medallas de bronce paralímpicas a petición nuestra, no suele presumir de ellas. Al contrario. Las tiene en casa guardadas en una caja debajo del canapé de la cama. “Todavía no he montado ninguna estantería ni nada y mi proyecto de estantería, en realidad, es poner una alcayata o unos clavos a la pared y colgarlas”, desvela entre risas.

Tampoco ha podido celebrar por todo lo alto el éxito en los Juegos. De hecho, aún no se ha podido coger vacaciones. Lo hará en diciembre. Tampoco ha podido cumplir la promesa que Jorge, su entrenador, y él hicieron si ganaban medalla paralímpica: ir a la Octoberfest en Múnich. Tendrán que dejarlo para el año que viene.

Lo que sí se ha hecho ya es el tatuaje de los Agitos (el emblem paralímpico,) junto a 2024 en la parte posterior de la pierna izquierda, casi a la altura del tobillo. Justo se los tatuó el día antes a realizar este reportaje y su piel aún estaba un poco sonrosada en la zona. Completa una colección de tatoos entre los que se lee en uno de sus brazos ‘Metamorfosis ambulante’ escrito en braille.

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